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La regla de los nueve minutos. ¿Sientes que te falta tiempo para tus hijos? Solo 9 minutos diarios pueden cambiarlo todo.

La regla de los nueve minutos Lic. Mariana de Anquin Psicopedagoga - Especialista en Educación y Crianza Emocional
La regla de los nueve minutos es una invitación a ser conscientes de lo que les decimos a nuestros hijos, lo que hacemos con ellos y, sobre todo, cómo los hacemos sentir en nuestra presencia, al menos durante nueve minutos al día. La regla de los nueve minutos surge como una guía para ayudarnos a conectar conscientemente con nuestros hijos, pero si nos detenemos a pensarlo, es muy triste que necesitemos una regla para algo tan esencial como el vínculo con ellos . Es doloroso que hayamos llegado a esta situación en la que, al criar y educar a lo que más amamos, nuestros hijos, no podemos salir del piloto automático y de conductas reactivas que nos llevan a lastimar los vínculos y a desatender las necesidades emocionales básicas de los niños. Esta regla surge para estos tiempos apurados y agobiados, donde la crianza forma parte de un gran universo de asuntos que atender, sintiendo que el tiempo y la energía para hacerlo como desearíamos no están disponibles. La sobrecarga de trabajo y responsabilidades deja a las madres y padres extenuados, con la ilusión de que más adelante podrán conectarse mejor con sus hijos, pero ese momento parece no llegar y los niños crecen entre prisas, corridas y adultos cansados. La regla de los nueve minutos es una respuesta a esta realidad , representa un acto de resistencia frente al apuro diario con el que criamos a nuestros hijos . Nos recuerda que podemos hacer una pausa y que, con solo nueve minutos de conexión consciente, podemos cambiar su día y fortalecer el vínculo que construimos con ellos. La regla pide un mínimo de atención a los niños que, al estar organizada en tres momentos de tres minutos cada uno, parece una meta posible de cumplir. La regla de los nueve minutos es una respuesta a esta realidad , representa un acto de resistencia frente al apuro diario con el que criamos a nuestros hijos . Nos recuerda que podemos hacer una pausa y que, con solo nueve minutos de conexión consciente, podemos cambiar su día y fortalecer el vínculo que construimos con ellos.
Primer momento: el despertar de los chicos. Este instante es mucho más que una simple rutina; es una oportunidad para crear un ritual que los llene de seguridad y confianza. Al despertar, la mente de los niños se encuentra en un estado alpha, que es un estado de relajación y receptividad similar al que se utiliza en la hipnosis y las sugestiones positivas. En este estado, su cerebro está entre dormido y despierto, lo cual lo hace especialmente sensible a las palabras y el tono que usamos. Aprovechar este momento con gestos amables y palabras amorosas, como “Buen día, mi amor, hoy te esperan cosas lindas” o “Despertate despacito, que hoy tenemos muchas aventuras”, puede sembrar en ellos un sentimiento de calma y confianza que los acompañará durante la jornada. Hablar con susurros también es poderoso; este tono suave les transmite tranquilidad y les hace sentir que están en un espacio seguro y acogedor. Esta pequeña rutina de tres minutos puede cambiar el estado emocional con el que empiezan el día y recordarles que están protegidos y cuidados.
Segundo momento .El reencuentro después de haber estado separados. Tan solo tres minutos de conexión consciente con nuestros hijos cuando volvemos a verlos después de haber estado separados –ya sea por la jornada escolar, el jardín o una tarde en lo de la abuela–, es clave para reforzarles que siempre estamos ahí, listos para recibirlos con amor. Este momento es especial porque los niños suelen guardar sus emociones más intensas para compartirlas cuando están de vuelta con mamá o papá. Durante el día pueden haber experimentado emociones fuertes (miedo, vergüenza, tristeza, frustración o impotencia )que, por diversas razones, no expresaron en esos entornos ,las guardaron dentro ya sea por no sentirse cómodos o por no saber cómo hacerlo. Al reencontrarse con sus padres, si están disponibles para ellos ,los niños se sienten en un espacio seguro, tanto física como emocionalmente, donde pueden liberar esas emociones contenidas y expresar lo que llevan dentro en confianza. Es en estos tres minutos que podemos aprovechar para recibirlos con una actitud de apertura y apoyo, mostrándoles que estamos ahí para ellos. Al saludarlos con un abrazo, una sonrisa y frases como “¡Qué lindo verte!” o “Contame, ¿qué fue lo más lindo que te pasó hoy?” y “¿Qué fue lo más difícil que te pasó hoy?”, les transmitimos que nos importa lo que sienten y que estamos listos para escucharlos. Este reencuentro les brinda la oportunidad de relajarse, de bajar la guardia y de saber que cuentan con un refugio emocional donde siempre pueden ser ellos mismos, en su versión más auténtica y vulnerable.
Tercer momento: antes de dormir. Este último momento del día es ideal para crear un espacio de calma y despedir el día juntos. Dedicar tres minutos antes de dormir es más que solo una rutina; es una oportunidad para cerrar el día con amor y tranquilidad, dejando que se duerman sintiéndose seguros y acompañados. Podemos crear un pequeño ritual que ayude a los chicos a relajarse y sentir nuestro cariño. Leerles un cuento, repasar tres cosas lindas que hayan pasado en el día, o simplemente susurrarles cuánto los queremos puede ser transformador. Incluso un gesto tan sencillo como abrazarlos y decirles “Mañana será otro día lindo” o “Te amo, que descanses” les da un cierre emocional y una base de seguridad. Estos tres minutos de conexión plena antes de dormir ayudan a que nuestros hijos se sientan queridos y seguros, un cierre suave y tierno que los prepara para descansar tranquilos, con la certeza de que somos ese espacio seguro al que pueden volver cada día. Así, cada día les damos la certeza de que nuestro amor es su refugio seguro, el lugar al que pueden volver siempre.
Desde una perspectiva neurocientífica, esta regla responde a necesidades emocionales fundamentales para el desarrollo de los niños. Para crecer felices y seguros, necesitan sentir que están vistos, escuchados, protegidos y amados. Sin embargo, muchos chicos pasan días, semanas, incluso meses sin que estas necesidades sean realmente cubiertas, lo cual impacta profundamente en su desarrollo emocional y cognitivo. Cuando el cerebro infantil percibe que sus necesidades básicas de amor y protección no están satisfechas, activa un sistema de alarma interno que alerta al cuerpo sobre una posible amenaza, poniéndolo en “modo de supervivencia.” En ese estado, se disparan respuestas de lucha, huida o congelamiento, preparándolo para enfrentar un entorno que percibe como inseguro. Por el contrario, cuando estas necesidades se cubren, y el niño se siente visto, valorado, comprendido y amado, su cerebro puede relajarse. En ese estado de seguridad y calma, tiene acceso a sus funciones superiores, como la empatía, la creatividad, la autorregulación y el aprendizaje. La regla de los nueve minutos establece un mínimo de atención plena en tres momentos del día, organizados en tramos de tres minutos, lo cual parece una meta alcanzable incluso en medio de agendas apretadas. Lic. Mariana de Anquin Psicopedagoga - Especialista en Educación Emocional y Orientación a Familias

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